
En un mundo donde todos celebran ser quienes son, el padre Álvaro, un sacerdote católico con un corazón inquieto, decidió “salir del closet” a su manera: Descolgó su sotana negra y la hizo su compañera inseparable.
Lo que empezó como una idea atrevida se convirtió en una aventura llena de sorpresas, risas y momentos que han tocado el alma de muchos.
Esta es la historia de un cura que, con su hábito, está dejando huella en los lugares más insospechados.
Un salto al vacío con fe
A principios de 2025, el padre Álvaro, un sacerdote de esos que no se andan con rodeos, tomó una decisión que no gritó a los cuatro vientos: Ponerse la sotana todos los días, desde el amanecer hasta que el cansancio lo mandaba a la cama.
No hubo comunicados ni discursos grandotes, solo un “¿y por qué no?” que lo llevó a desempolvar esa prenda que, para muchos, ya parecía reliquia.
«Quise ser fiel a lo que soy, sin miedo a las miradas raras o las burlas”, cuenta en un relato que ha dado la vuelta en redes sociales, con esa chispa que solo él sabe ponerle.
La sotana que abre corazones
Lo que el padre Álvaro no esperaba era que esa sotana negra se convirtiera en una especie de imán para las almas.
En el mercado público, en el cine, en el Centro Comercial, en restaurantes, hasta en la zona más brava del centro, la sotana ha sido como una puerta abierta.
La gente se le acerca, le pide bendiciones, se desahoga en confesiones improvisadas o simplemente le cuenta sus penas.
“Nunca imaginé que algo tan sencillo me haría tan feliz como cura”, confiesa.
Y no es para menos: Esa tela negra ha hecho que desconocidos encuentren un refugio en él, como si la sotana dijera: “Aquí hay alguien que escucha”.
Confundido con Jedi y maniquí, pero nunca insultado
Con su humor característico, el padre Álvaro cuenta que lo han confundido con de todo: desde un caballero Jedi (¡en serio! Acota el padre alvaro) hasta un karateka, un monje o incluso un maniquí en una tienda.
Pero lo que más le ha sorprendido es que, en cinco meses, nadie le ha faltado al respeto.
Ni los anticatólicos de la feria del libro, ni los fiesteros del centro, ni los que andan en la zona de tolerancia.
“¿Saben quién me hizo una burla pesada? Otro sacerdote”, dice, con una mezcla de tristeza y picardía, mientras reflexiona sobre cómo los curas diocesanos han dejado de lado la sotana, al punto de que ya no se asocia con ellos.
Un hábito que despierta algo más grande
Para el padre Álvaro, la sotana no es solo una prenda: Es un sacramental, algo que conecta a las personas con la gracia de Dios.
A diferencia de la camisa clerical, que pasa más desapercibida, la sotana tiene un poder especial, “Le recuerda a la gente, incluso a los que están lejos de la fe, que Dios anda por ahí, rondando”, explica.
Y no miente: Basta con que alguien le pida una bendición en la calle para que otros, como en un efecto dominó, se acerquen también, con una mezcla de curiosidad y esperanza.
Donde menos esperas, encuentras respeto
En una sociedad que muchos tachan de “antirreligiosa”, el padre Álvaro ha aprendido algo curioso: el odio no siempre viene de donde uno cree.
Los “raros” de la feria del libro, los que andan en la “misión dragón” o hasta los malandros del centro lo han tratado con un respeto que lo deja boquiabierto.
Pero, ojo, porque las miradas de desprecio han venido de donde menos lo esperaba: de algunos testigos de Jehová y cristianos que, al verlo con su sotana, parecen fulminarlo con los ojos.
“El que tenga oídos que entienda”, suelta con esa ironía que invita a pensar.
Una decisión que no tiene vuelta atrás
Lo que iba a ser un experimento de un año se convirtió en un compromiso de por vida.
El padre Álvaro dice que la sotana le recuerda a cada paso que él no es solo Álvaro, sino un representante de Jesús y de la Iglesia.
Inspirado por santos como San Juan Bosco o San Francisco de Asís, que nunca se desprendieron de sus hábitos, él quiere seguir sus pasos.
“¿Quiero ser santo? Claro que sí. Y la sotana me ayuda a no olvidarlo”, afirma con una sonrisa. Por eso, lanza un reto a sus compañeros sacerdotes: “Sáquenla del closet, póngansela, y verán cómo cambia todo. No se van a arrepentir”.
Un cura que no pasa desapercibido
La historia del padre Álvaro es de esas que te hacen reír, pensar y hasta suspirar.
No es solo un cura con sotana; es un hombre que, con un gesto sencillo, está recordando al mundo que la fe puede ser cercana, humana y hasta un poco irreverente.
Su sotana no es una armadura, sino un abrazo que invita a los demás a acercarse. Como él dice, la maldad a veces se disfraza de “ángel de luz”, pero la sotana, en su simplicidad, es un faro que no engaña.
Y tú, ¿qué tienes guardado en el closet que podría cambiar tu forma de brillar?
Por: Ricardo Collazos.