
National Catholic Register
Mientras muchos se preguntan por qué hoy parecen escasear las vocaciones sacerdotales y religiosas, en el seno de una familia de Maryland (EE.UU.) se gesta una historia que desafía las estadísticas. El pasado 21 de junio, Danny Morrison fue ordenado sacerdote en la archidiócesis de Washington. Con ello, se unió a sus hermanos mayores, James y Nicholas, en el ministerio sacerdotal.
Su hermana, la hermana Mary Sophia, avanza por su parte en la vida consagrada dentro de las Hermanas Dominicas de Santa Cecilia, en Nashville. Cuatro hermanos, cuatro respuestas a la misma llamada, cada una única, pero todas sembradas en una misma tierra: la vida de oración dentro de la familia.
Una vocación sin fuegos artificiales
La ordenación de Danny no ha sido el desenlace de una historia vocacional espectacular, sino el fruto maduro de un proceso lento y silencioso. Él mismo lo explica entre bromas: fue «aburrido». «No hubo un gran momento de conversión, sino solo un llamado lento del Señor a lo largo de mi vida temprana», explicó al National Catholic Register.
«Es pura humildad. No hay fórmulas mágicas», afirmaba Eric Morrison —el padre de familia— cuando le preguntaban cómo surgieron tantas vocaciones bajo su techo. «En mi caso particular, creo que fue simplemente cuestión de intentar mantener siempre una puerta abierta», dijo.
Y, efectivamente, en su casa nunca se presionó, ni siquiera se sugirió, que alguno de sus hijos tomara el camino sacerdotal o religioso. «Entendimos, simplemente, al enseñarles la fe, que su felicidad aquí en la tierra y su felicidad en el cielo consistían en buscar la voluntad de Dios para sus vidas», decía Grace, su mujer.
El «todo o nada» como estilo de vida
Una frase marca el pulso espiritual de los Morrison: «el todo o nada». «Seguimos intentando ser radicalmente generosos con el Señor, entregándolo todo al Señor y trabajando por Él y por la salvación de los demás», dijo Nicholas, otro de los hermanos, ordenado en 2021.
Pero, ¿cómo se llega a tener tres hijos sacerdotes y una hija religiosa sin haberlo buscado explícitamente? Su receta —si acaso puede llamarse así— fue simplemente vivir la fe de forma coherente, alegre y abierta a la voluntad de Dios. «Nos animaron a entregarlo todo a Cristo, ante todo», asegura la hermana Mary Sophia. «Una vez que lo entreguemos todo a Cristo, Él nos mostrará cuál es nuestra vocación en la vida».
Crear una «cultura católica»
La educación en casa permitió integrar con naturalidad la oración y los sacramentos. Pero más decisivo aún fue el ambiente que crearon. «Mis padres se tomaron muy en serio la decisión de elegir una cultura católica maravillosa para crecer», relata James. Un entorno de familias amigas, de amistades sólidas con otros jóvenes creyentes, en el que «el catolicismo era contagioso».
Más que con discursos, los Morrison construyeron una cultura vocacional a base de gestos cotidianos, dejando claro con naturalidad que ser sacerdote o religiosa era una vocación plena y alegre. Una de las semillas más fecundas de esa cultura fue la mesa familiar, donde los sacerdotes eran invitados frecuentes como amigos cercanos con quienes se compartían la comida y una calidez que hablaba más que cualquier sermón.
Un hogar católico… y feliz
Aunque el núcleo de esta historia lo componen quienes optaron por el sacerdocio o la vida consagrada, el matrimonio de Eric y Grace es la primera vocación que sostiene a las demás. Como lo expresó el padre Ivany, sacerdote que siempre ha acompañado de cerca a la familia: «Todos los niños de esa familia tuvieron la oportunidad de presenciar en primera fila un feliz matrimonio católico y de ver esa vocación vivida tan bien».
A lo largo de los años, modelaron un amor fecundo y abierto a la voluntad de Dios. Su hija mayor está casada y con hijos; otro de sus hijos estudia en la Universidad Franciscana de Steubenville; y su hija menor, adoptada en Ucrania, tiene necesidades especiales.
Una devoción silenciosa acompaña todo este recorrido: la familia Morrison está consagrada al Inmaculado Corazón de María. No es casual que las ordenaciones, los votos, incluso el matrimonio de su hija, hayan coincidido con esa festividad. Ni que la hermana Mary Sophia recibiera como fecha para sus primeros votos la misma solemnidad mariana.
Vocación para todos
Es fácil mirar a los Morrison como una familia modelo. Pero ellos mismos se resisten a esa etiqueta. Nunca quisieron ser ejemplo de nada. Solo vivieron con fidelidad lo que creían, confiando en que Dios haría lo demás.
«Es por la gracia del Señor que cada uno responde a una vocación y puede vivir la belleza de nuestra fe», dice la hermana Mary Sophia. «Mi familia en particular ha respondido de esta manera, pero todos estamos llamados a responder de manera similar y a estar abiertos a lo que el Señor nos llame a hacer».
Tomado de: https://www.eldebate.com/ – María Rabell García –